Con un tempo pausado, manteniendo una elegancia en la puesta en escena y tomando distancia sobre los personajes, el francés Stéphane Brizé construye un relato mil veces contado, pero que en esta película suena a fresco, deja un hondo calado y posee la suficiente personalidad para no ser desechado como otra historia de amor imposible. Fuera de temporada son silencios, momentos de aparente liviandad y elipsis que dejan que el espectador rellene. Lo que importa, muchas veces, es lo que no se cuenta y en esta historia la elipsis, afortunadamente, es la norma. Una inolvidable lección actoral y de dirección.
Drama
Que triste ver el fin de este blog y tus críticas. 🙁