Podría haberse concebido Judy como un ajuste de cuentas ante una de esas indignantes y subterráneas historias del dark Hollywood que tan bien describieron autores como Kenneth Anger o Peter Biskind. Cualquier asomo de crítica o posicionamiento, sin embargo, queda eclipsado por el interés de Rupert Goold, su director, en captar hasta la más imperceptible mueca de su actriz protagonista con el calculado resultado que todos conocemos, el Oscar que le arrebató Renée Zellweger a Scarlett Johansson. Todo luce con corrección en su trazado a tiralíneas y nada conmueve en otro festivalero film que será olvidado más pronto que tarde.
Drama