Si bien las primeras películas de Jonás Trueba adolecían de cierta petulancia más o menos disimulada, considero que en La virgen de agosto, a día de hoy su último largometraje, esas abigarradas conversaciones sobre temas elevados se insertan de manera natural en unos diálogos que respiran espontaneidad. Sus influencias rohmerianas, más presentes que nunca, no las considero inconveniente cuando la maestría es inspiración para crear algo que no suene a manido. El trabajo de sus protagonistas, unos inmensos Itsaso Arana y Vito Sanz, entre otros, es de esos que traspasan la pantalla para abrazar al espectador y convertirlo en observador.
Drama
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