Provocador incansable, Paul Verhoven ha sembrado su filmografía de imágenes escandalosas y situaciones incómodas de ver incluso para el más curtido. Lo único que me molesta de Benedetta es que a veces percibo esa pretensión del holandés de decirnos «mirad, soy más subversivo que nadie en pleno 2021». Pero más allá de los escándalos, la película es rabiosamente efectiva en su objetivo de removernos las entrañas y causar un impacto en el espectador, no solo a golpe de blasfemia gratuita, sino también de agitar conciencias y airear los trapos sucios de un estamento que inspira la vida de tantas personas.
Drama