Lejos de mostrar signos de cansancio, Spielberg muestra en esta nueva West Side Story una pericia con la cámara, la luz (enorme el trabajo de Janusz Kaminski) y el espacio físico (explotando el eje vertical mediante contrapicados y picados) que hacen palidecer la versión de 1961. Siendo superior a aquella, me dejó sin embargo cierta sensación de frialdad, más acusada en la anterior versión y mitigada aquí por el uso de escenarios reales, y de indefinición en sus intenciones: ¿quería devolvernos a las salas? ¿Actualizar un mensaje? Nada de eso queda claro en esta película que abusa de la copia.
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