En Babylon, Damien Chazelle juega a ser Paul Thomas Anderson con los travellings de acercamiento, la combinación de celuloide y anamórfico, una trama que se ramifica y personajes con extensos arcos de auge y declive. El resultado es una película excesiva e imperfecta, en la que cuesta empatizar con su elenco y con un final que me produjo más sonrojo que nostalgia. Me gusta más su barroco envoltorio (con un montaje brillante y alguna secuencia narrada con el buen saber hacer de Chazelle) que su contenido, plagado de momentos que rayan la zafiedad y sin ninguna mesura en su duración.
Drama