La última película de Kôji Fukada tiene un punto de inflexión en una de las escenas más sobrecogedoras que he presenciado en los últimos años, con un accidente en desolador fuera de plano que cambiará para siempre la vida de sus protagonistas. A partir de ahí, Love Life pasa de la sonrisa al duelo, coqueteando quizá demasiado con el melodrama y a ratos aburriendo por redundante, aunque manteniendo ese aroma de comedia «por inercia» que tan bien cultivan paisanos como Koreeda. Se agradece el tono de reflexiva elegancia, tan japonesa, que deja poso al recordarnos lo irónico de la vida.
Drama