Mis problemas con Beau tiene miedo no empiezan desde el principio, con un primer tercio con aroma coeniano que mantiene cierto interés e, incluso, deja espacio al humor vitriólico. Es a partir de cierta huida cuando desconecto de la película. La premisa prometedora se empantana en un ejercicio expositivo y solipsista, un remedo de Michel Gondry pasadísimo de vueltas que no sabe adónde quiere llegar. Ni es comedia ni es terror, y eso casi nunca funciona. Mi escepticismo se mantiene hasta el final de las 3 interminables horas de duración de la película, sin duda, más imperfecta del cineasta americano.
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