David Fincher vuelve al género que más satisfacciones le ha dado para poner a Michael Fassbender en aprietos desfaciendo un entuerto. Con el mejor arranque que un servidor ha visto este año, la película hace gala de un diseño de sonido extraordinario, aunque el recurso de la voz en off es en algunos momentos excesivo. Tampoco convence esa estructura secuencial casi de videojuego, impidiendo una mayor hondura narrativa, pero que da ritmo a un film en el que se percibe constantemente el sello inconfundible de uno de los mejores realizadores de la actualidad. Solo por eso ya merece la pena.
Suspense