Michel Gondry vuelve al formato largo ocho años después de su última película, otra vez con carta blanca en guion y dirección. El libro de las soluciones se lanza a ese cine de travesuras y solipsismo creativo de sus últimas creaciones, antes que abrazar una idea ajena para nutrirla de su talento (los tiempos de Eternal sunshine… parecen quedar ya lejos), y el resultado es una amalgama de ideas deslavazadas que ni me conmueve ni me transmite mensaje alguno. Aquí, de nuevo, queda patente que es mucho mejor director que escritor, aunque sin estructura ni esencia queda una película fallida.
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