Contemplo esta película con el regocijo de imaginármela como el resultado de una noche de farra de Charlie Kaufman con Juan José Millás. La película es otro dispositivo del inclasificable «género Nicolas Cage», que sorprende desde su secuencia inicial y bajo cuya capa fantástica subyace una crítica implacable contra la cancelación de tintes kafkianos tan habitual hoy en día. Es un tema también tratado con perspicacia en la reciente Sala de profesores, e incluso el círculo vicioso en el que cae su protagonista podría recordar a aquella, aunque aquí Kristoffer Borgli logra la pirueta de despertar conciencias desde el absurdo.
Fantasía