Enésimo exponente de ese cine normal que pasará sin pena ni gloria, la última película de Thea Sharrock se sostiene por la presencia de dos de las mejores actrices europeas del momento, Jessie Buckley y su ya famosa sonrisa esquinada, y sobre todo, Olivia Colman. Aunque se espera más comedia de esta película, esta se embarra en la trama de tintes detectivescos y no queda a la altura de su prometedora premisa. Habría agradecido más valentía en la historia e incluso en su puesta en escena, con soluciones demasiado chocantes con lo que cuenta. No pasa de un agradable entretenimiento.
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