Lo mejor que se puede decir de Belfast es que es otra película de lujoso envoltorio (aquí no queda sino tirar del tópico de «la fotografía es magnífica») y que Kenneth Branagh parecía saber que cualquier dilación habría penalizado sus opciones festivaleras. Poco menos de cien minutos bastan para este retrato sentido en la esfera familiar, pero inconcreto y superficial en el contexto en que lo enmarca, infinitamente más enjundioso desde un punto de vista dramático. De esas películas chispeantes pero indeterminadas, que parecen diseñadas para darlo todo en un corto periodo de tiempo… el de la temporada de premios.
Drama