Road movie ferroviaria de producción ruso-finlandesa imposible a día de hoy (esperemos que esto envejezca pronto) que dejará fuera de juego a quien espere una historia de amor con lugares comunes. No es esta una bondad menor y, aunque no consiga mantener interés en todo momento, el impresionante trabajo actoral consigue un retrato humano con trazo fino en esta cinta de un realismo físico, inmediato y con pulso. Me quedo con el desolador plano cuando el personaje de Seidi Haarla descubre que ha perdido su videocámara. Los pequeños detalles hacen grande a una película, y esta tiene más de uno.
De autor