No nos llevemos a engaño, esta película del canadiense Ricardo Trogi, que podemos encontrar en Netflix, a veces se tambalea y amenaza con caer en la sensiblería más casposa, pero el conjunto aguanta mejor de lo esperado y presenta una solidez digna de su paisano Denis Arcand, influencia casi inevitable. Agradezco que, en esta historia de paternidades fracasadas y segundas oportunidades, el desenlace no sea todo lo previsible que los cánones familiares exigen y trate con un mínimo respeto al espectador. No pasará a la historia, pero se disfruta y se siente como un entretenimiento sin muchas aspiraciones pero honesto.
Drama