Jojo Rabbit es una película que durante sus primeros quince minutos hacen presagiar otra espantosa modernez, pero que a partir de entonces remonta el vuelo en un juego de funambulista que transita con paso cuidado por la cuerda floja. Culpa de ello la tienen algún personaje que sobra (lo siento, Waititi) y esos arrebatos poperos, por fortuna breves, que manchan de vez en cuando este relato que en su acabado recuerda demasiado a Wes Anderson. La película, sin embargo, tiene la suficiente valentía de sentirse trascendente en su historia y se toma a broma lo justo, lo cual se agradece.
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