La última película de Paul Thomas Anderson podría considerarse la otra cara de una moneda que acuñó Boogie Nights hace ya veinticinco años. Reverso naif, luminoso y decididamente optimista, encontramos en Licorice Pizza algunos paralelismos (arcos dramáticos, situaciones y actores) con la segunda película del californiano, aunque aquí la lujuria brilla por su ausencia. Un trabajo encomiable de sus protagonistas y una trama plagada de libérrimas excursiones convierten en un suspiro las dos horas largas que dura, llenas de ese cine sentido y casi prístino que solo mastodontes como Anderson son capaces de darnos. Para disfrutar una y mil veces.
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[…] que no pueden faltar en cada temporada festivalera? Un ejemplo del primero lo vimos en Licorice Pizza, cuya diferencia con CODA es que muestra, no demuestra; no alecciona ni busca (o mendiga) la […]