Hong Sang-soo posee la peculiaridad de contar historias con una austeridad de medios a veces inspiradora, otras veces contraproducente. Hoy en día es muy fácil aspirar a algo más que planos llenos de fondos quemados debido al uso de cámaras domésticas y diálogos mutilados por una captación deficiente. A menos que la excesiva precariedad técnica que padece Nuestro día sea alguna licencia artística que se me escapó… La prolífica carrera del surcoreano está jalonada de películas brillantes que llegan, en su frugalidad, a la esencia de la emoción y el pensamiento. Salvo alguna interesante escena, aquí se extraña esa ambición.
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