Pablo Berger sigue explorando las posibilidades del cine mudo (lo hizo con la estupenda Blancanieves), aquí rizando el rizo para llevarla a la animación en formato largo. Y el resultado ha convencido incluso a la Academia, con su nominación al Oscar. Aunque su historia habría encajado más en un cortometraje y en algunos momentos la historia se atranca, su prodigioso último tercio y el aliento poético que sobrevuela la película ya justifican su visionado. Aquí, considero, importa menos la desequilibrada factura técnica, colorida e imaginativa, pero de animación sencilla, que la parábola que encierra, poblada de figuras retóricas bien ejecutadas.
Fantasía