En una noche loca entre Uno de los nuestros y Slumdog Millionaire saldría algo muy parecido a Tigre blanco, largometraje del americano Ramin Bahrani que conjuga sin desfallecer un montaje elaborado con una historia que atrapa hasta su casi nihilista final. Dos horas y once minutos que vuelan gracias a estas virtudes, aunque enrarecidas por la desconcertante moral que la película destila, con un mensaje que en las manos equivocadas podría resultar incluso peligroso. Aunque quizá es mi culpa por un vicio adquirido tras demasiado Hollywood visto. Quizá, como diría Fellini, «no estoy aquí para demostrar nada, sino para mostrarlo».
Acción